miércoles, 14 de noviembre de 2007

Necesito mi desahogo ... ¡ya!


En aquella fiesta, medité, mi tema nuevamente era recordar a cierto personaje, hablar de sus costumbres, burlarme, criticar, opinar y ponerme al tanto de su vida actual. Cuando me cansé de escuchar reflexiones ajenas, busqué con quien más hablar y nuevamente salía el mismo tema: él."Tengo cosas interesantes para entablar una conversación amena. Mis temas no se pueden centrar en una sola persona", reflexioné. Me sentí en un punto que bordeaba lo ridículo y lo latera, sin embargo, me hizo sentir bien la sensación de reconocer mi falta y estar cansada de la misma mierda.
Comprendí que la solución era marcar un teléfono y concertar una cita.

Como la curiosidad mató al gato, logicamente mi cita tuvo fecha, aunque acepto que recién después de dos días y un único intento que en un comienzo olía más a fracaso... por decirlo de alguna manera.

El día de la cita preparé desde temprano mi vestido más lindo, mi cabello para que luciese más brilloso, mi cara más reluciente, mis uñas más femeninas y mi piel más caribeña. Por dentro, pensaba y meditaba una a una cada palabra que debía salir de mis labios, mientras mi estómago apretado a penas permitía la cabida a mis entrañas y mis piernas con el pasar de los minutos se transformaban en dos gelatinas tiritantes.
Manejé mi auto por un camino que pese al tiempo no olvidé y que, si bien olvidaba detalles, seguía sabiendo de memoria. Sin embargo, algo era extraño. Cuando subí por las escaleras sentí que mi corazón palpitaba por todo mi cuerpo, con mayor fuerza en mi pecho y oídos, y el control de mis extremidades ya no dependía de mí. Respiré profundo, me persigné y toqué el timbre.
Al abrirse la puerta saludé lejana y educadamente, miré mi alrededor y dije, aturdidamente, "uyy que está cambiado todo". Naturalmente, no hubo respuesta. Después de un momento, ya en esas cuatro paredes cargadas de recuerdos cellados me senté para esperar mi turno. Cuando quedamos solos, comencé por advertir que era yo quien acordó la cita y, por ello, tenía derecho a hablar sin interrupciones.
Luego de eso comencé: "Ha pasado más de un año y medio desde que rompimos, desde que no hablamos, desde que no nos vemos y aún siento que tengo una espina, una herida que no permite cerrar este ciclo. No hablaré de la razón por la que rompimos, ni de la relación de años que tuvimos, si no que de todo lo que ocurrió después, del dolor que eso me provocó y de todo lo que tengo guardado que no tiene que ver con nuestro quiebre. Vengo a decirte todo lo que callé por ser dama, todo lo que me hirieron y lo poco que respetaron mi dolor. Un dolor tan grande que sólo me quedó la opción de cambiar todo el rumbo de mi vida para no saber más de ti ¿eso te dice algo? Te amé y no tienes conciencia de lo que se siente darme cuenta de que todos los años que estuvimos juntos no sirvieron para que me conocieras y apreciaras. Vengo a cerrar el ciclo que por todo esto no puedo cerrar y te diré muchas más razones ..." Y así eché fuera todo lo que había intentado callar, todo el rencor que guardé tras una relación que terminó sin palabras ni razones y que el dolor de la pérdida se juntaba con el de las calumnias y unas cuantas cosas más.
Cuando me pedió disculpas sentí una pequeña calma que aumentó cuando su cara demostró tristeza. Cuando advertí que él reconocía a su cobardía como la que no le permitía decir todo lo que por su parte callaba, sin pensar lo interrumpí antes de que la gallardía le permitiese continuar. "Vengo a cerrar ciclos", reiteré.
Quién habría pensado que terminaría por fumar un cigarrillo con el ser que había sido el tema central de tan tediosas conversaciones, el mismo que amé, odié, añoré, necesité...Aunque el pucho fuese de pretexto para terminar hablando algo más liviano.
Antes de que llegará el silencio que dejara en claro que ya no había de qué más hablar, decidí anunciar mi partida. Antes de cerrar la puerta dije "fuiste el gran amor de mi vida".
El camino de vuelta dejaba en claro que el tiempo no había pasado en vano y que junto con mis palabras se había ido mi rencor que duró por tanto tiempo. Recordé nuestra conversación y comprendí que por fin con certeza podía sentir que ya lo había dejado de amar y que no había otra cosa que cariño. Quité mi angustia al darme cuenta que todo lo que dije me importaba más que lo mencionado por él y que su cama ya no tenía poder en mí ¡alivio!. Respiré profundo y el nudo que tenía en mi garganta desapareció con las lágrimas que brotaron por una mezcla de felicidad, alivio y una extraña pena... quizás por todo lo ocurrido.
Como si lo hubiera planeado, mis conversaciones dejaron de ser monótonas... de hecho nunca más hablé de él. Obvio, dejé de tirar pura mierda.
Por fin, una etapa superada... todo lo que necesitana era "esa" conversación.

1 comentario:

Doña Eduviges dijo...

amigaaaaaaaaaa....cuando fue esto????? es q te encuentro demasiado valiante gaia, muy bien de tu parte, dejar de vivir con esa mierda guardada en tu corazón.
Un besote amiga querida.