El asunto es que el milagro ocurrió.
A ver si les ayuda en algo o simplemente les gusta.
Misteriosamente cuando debo hacer un trabajo termino haciendo el aseo, pegando lo que hace un año se despego, sacándole el brillo a un espejo o, en el mejor de los casos, frente al pc haciendo un intento de trabajo y terminar por escribir alguna idea loca que se viene a mi cabeza (recuerdo un capítulo de Bob Esponja, jajaja). Está claro que en este preciso momento ocurre la última mencionada.
Luego de leer sobre sentimientos, celos, aventuras, moda, tarot y cosas por el estilo, terminé por poner la frase “tipos de hombres” en Google.
Encontré diversos nombres para cada tipo, así como también números en que los clasificaban, desde dos a veintisiete tipos (muchos para algo medio ¿básico?)
Obvio no tuve la paciencia de leerlos todos, pero creo haber sacado algo después de haber leído unos cuantos y es que muchos tienen algo que sobresale, mezclado con los del “otro tipo”, es decir, clasificarlos a secas no se puede.
Rectifiqué una vez más que el afán eterno de cambiarlos siempre fracasará, que el príncipe azul no existe y que si no deseamos sufrir demás debemos AVISPARNOS (o ser observadoras y objetivas) y darnos cuenta de que el que es ( en un comienzo) un increíble, adorable, amable, sexy, inteligente, apasionado, detallista, fiel, coqueto, simpático e insinuante hombre que hace sentirnos únicas, que comparte nuestros gustos, que nos hace flotar con sus palabras y el que es simplemente “perfecto”, justamente “ese” es el que NO existe, porque tarde o temprano esperará atraparnos para cambiar (y eso según los artículos, no yo). Aparte, muchas de las veces esos son los encantos que creemos o queremos ver.
Lo mejor? Sencillo. No soñar. Dejar el príncipe azul para cuentos infantiles, teleseries y novelas rosa y aceptar los defectos “aceptables”, mal que mal siendo príncipes o mendigos son encantadores y, personalmente, me han fascinado toda mi vida.
Por si les interesa, uno de los artículos que me pareció mejor AQUI
Con el tiempo me he dado cuenta que contar nuestras historias, pequeños pecados, gustos lujuriosos, fantasías exóticas y narraciones varias, sea a quien sea, es la entrega de una arma que podría llegar a ser letal. Y no es que sea un trauma andante, simplemente el receptor no llena una ficha que asegure su integridad, madurez y un sin fin de características que no vemos al momento de contar cualquier cosa. Como consecuencia unos cuantos puchos "mata ansiedad" y risas nerviosas para ahogar, en ese momento, mi intrínseca indiscreción, evitando así contar muchas de mis historias y parte de mis pensamientos. Sí, quizás suene extremo, pero prefiero callar cuando muero por contar algo (propias experiencias) frente a personas que no me den seguridad y como lo mío es la intrínseca indiscreción, he llenado mi computador de desahogos. De ahí ha nacido el deseo de compartir con desconocidos parte de mí... sin silencios.
Veremos que resulta de esto y demos pie a la bienvenida.
caprichos míos y suyos